jueves, 29 de enero de 2015

Kiss the rain.

Por si te lo preguntabas, aquí sigue lloviendo. Hace tiempo que dejamos de esperar el día en que cesara esta guerra húmeda porque ya nos hemos adaptado a su metralla y hemos aprendido a quererla.

Algunos de aquí se mueven acompasados a esa cadencia rítmica y los que aún no lo hacemos es porque no hemos olvidado cómo era antes de este diluvio.

No sabemos a dónde va a parar esta lluvia, porque no hay inundaciones. Hay quienes piensan que no es agua normal, si no lágrimas huérfanas que se evaporan al tocar el suelo. Eso explicaría porque las gotas son saladas, como el mar. Pero hay muchas más teorías absurdas al respecto. Y la mía es que este país — o yo, quién sabe — no se acostumbra a tu ausencia.

Llueve desde el día en que te diste cuenta que tenías el corazón en otro lado, cuando aún negabas la existencia de otro hogar lejos de aquí.
Llueve desde el día en que te hiciste la maleta sin pensarlo siquiera, solo por averiguar que serías capaz de dejar en tierra antes de partir.
Llueve y seguirá lloviendo durante mucho tiempo, pero no te preocupes.
Hace diluvios que aprendimos a no mojarnos.